Un buen diseño es un buen negocio
¡Las pequeñas empresas no son una excepción!
Como consumidores, nuestras decisiones están condicionadas por el diseño más de lo que nos damos cuenta: al deslizar nuestros dedos por los diferentes productos que hay en un estante del supermercado, ¿cuántas veces el propio envase nos ayuda a elegir entre productos que, de otro modo, serían difíciles de diferenciar? Esto es la propia marca haciendo su magia en nosotros.
La explosión del comercio digital no ha hecho sino reforzar nuestra dependencia del diseño: en un mundo digital en el que las empresas compiten constantemente por la voluble atención de los consumidores en las redes sociales, el diseño es lo que suprime todo el ruido y consigue que los pulgares de los consumidores detengan un desplazamiento que de otro modo sería interminable.
Pero el diseño también significa experiencias digitales agradables: ¿con qué frecuencia volvemos a un producto o servicio tras una primera experiencia digital positiva?
O, por el contrario, ¿cuántas veces desestimamos una posible compra cuando un sitio web es confuso o la experiencia de pago resulta demasiado laboriosa? Una vez más, es el diseño, o la falta de él, lo que determina nuestras decisiones de compra.
Las grandes empresas comprendieron la importancia del diseño hace ya tiempo. En su famoso estudio The business value of design (El valor empresarial del diseño), McKinsey llegó a la conclusión de que un buen diseño equivale a un buen negocio. El estudio realizó un seguimiento de las prácticas de diseño de 300 empresas cotizadas provenientes de múltiples países e industrias durante un periodo de cinco años y reveló que el diseño constituye un factor crítico para el éxito empresarial: el rendimiento de las empresas impulsadas por el diseño es el doble que el de las que no invierten en él.
Publicado en 2018, el estudio fue pionero en cuantificar por primera vez el impacto real que el diseño puede tener en el balance final de una empresa.
De forma general, el diseño crea valor para las empresas de las siguientes formas:
1. De forma interna, al ayudar a las empresas a situar a los usuarios en el centro de sus estrategias y procesos.
2. De forma externa, al traducir este enfoque centrado en el usuario en marcas que resuenen y en experiencias fluidas a través de los canales digitales (como sitios web y aplicaciones), de los canales físicos (como tiendas y productos) y de los servicios.
Pero, ¿cómo puede aplicarse esto a las pequeñas empresas que no disponen del presupuesto de una multinacional? La respuesta es que el diseño es más una cuestión de mentalidad (y de un conjunto de habilidades) que de manejar grandes presupuestos. Y son cosas que incluso las microempresas y las pequeñas empresas pueden adoptar.
La revolución «no-code», o revolución sin código, seguida de cerca por la actual revolución de la IA, ha hecho que las pequeñas empresas y las microempresas de los países en desarrollo pueden aprovechar las ventajas de una tecnología barata y accesible para orientarse más hacia el diseño.
Canva es una de esas herramientas. Al ofrecer una plataforma de diseño gratuita e intuitiva a la que puede accederse a través del móvil, Canva facilita que los emprendedores puedan integrar el diseño en sus negocios. Las empresas pueden diseñar su identidad de marca, aplicarla de forma coherente en todos sus materiales de marketing y promocionar sus productos y servicios, todo ello en Canva.
Y lo que es más importante, pueden utilizar la plataforma para colaborar con otros internamente y para recopilar datos sobre su audiencia.
Si se ha demostrado que el diseño es positivo para las empresas y que la tecnología permite rebajar el listón de entrada de las pequeñas empresas y los empresarios, ¿qué falta? La mayoría de las veces se trata de los conocimientos: las empresas no sólo necesitan tener acceso a las herramientas, sino también saber cómo sacarles el máximo partido para poder acceder a los mercados mundiales.
Por este motivo, Canva colabora con el Centro de Comercio Internacional (ITC) en el diseño de cursos de capacitación digital para empoderar a las pequeñas empresas y a las organizaciones de apoyo empresarial y les ayuda a liberar el poder del diseño. En los dos últimos años, casi 600 emprendedores, casi todos de África, mejoraron sus conocimientos de diseño gráfico y marketing.
Además, Canva formó a formadores de 11 de las instituciones que albergan los centros SheTrades Hub en Asia, África y el Caribe, y que presumiblemente han seguido formando a cientos de pequeñas empresas más, en particular a empresas propiedad de mujeres. Al igual que un buen diseño es un buen negocio, una buena asociación es un buen valor para las empresas.