Historias

Op-ed: El costo del coronavirus en África: ¿qué medidas pueden adoptar los dirigentes?

16 abril 2020
ITC Noticias

Ante la llegada al continente africano del nuevo coronavirus COVID-19, los países empiezan a prepararse para gestionar la propagación del virus y asegurarse de que sus frágiles sistemas sanitarios puedan hacerle frente. Las imágenes de China y Europa preocupan por numerosas razones.

Además de los desafíos que entraña el COVID-19 en el plano sanitario, África ya está sintiendo el efecto en sus economías. La demanda de materias primas y productos básicos está cayendo a causa del cierre de las industrias en Asia, América y Europa, que, además, está obstaculizando el acceso de África a componentes industriales y productos manufacturados (entre ellos, equipos médicos).

La acciones iniciales emprendidas en este continente se han centrado en ralentizar el contagio viral con medidas como el cierre de fronteras. Estas acciones coinciden con las audaces medidas emprendidas por el continente para aumentar la integración económica, con oficiales de la Unión Africana tomando posesión de su cargo ante el primer Secretario General de la recién creada Secretaría del Acuerdo por el que se Establece la Zona de Libre Comercio Continental Africana. El coronavirus podría representar un riesgo para el proyecto continental, pero los dirigentes también podrían convertirlo en una oportunidad para reforzar la colaboración. Con una tramitación acelerada de políticas específicas por parte de los dirigentes, también podría ser una oportunidad. La consolidación de las iniciativas de integración regionales que ya están en marcha podría arrojar resultados con rapidez.

El cierre de fronteras, por ejemplo, puede transmitir un mensaje muy distinto en función de cómo lo hagan los gobiernos. Cuando los dirigentes de naciones vecinas cierran juntos las fronteras, como han hecho los de España y Portugal, se transmite un mensaje de colaboración en la lucha contra la pandemia. La reducción de los flujos de personas mientras permanecen abiertas las fronteras para la circulación de mercancías transmite el mensaje de que se mantiene la fe en la importancia de la actividad económica y el comercio para proporcionar los productos que necesitan los ciudadanos para seguir con su vida diaria. En África, esta colaboración va a ser decisiva, en especial para sus 16 países sin litoral

La crisis también puede brindar a los dirigentes africanos la oportunidad de abordar las cadenas de valor regionales desde distintos puntos de vista. Norteamérica, Asia y Europa se caracterizan por la fiabilidad de sus cadenas de suministro regionales. Pero, en África, la integración en los mercados internacionales supone principalmente la integración en cadenas de valor mundiales, que no regionales, y que África proporcione las materias primas para su procesamiento en cualquier otro lugar del planeta.

Existen oportunidades para la creación de cadenas de valor regionales, sobre todo, para la fabricación de vehículos a motor o para la actividad aeroespacial en el Norte de África. Sin embargo, la formulación de estrategias regionales podría implicar ponerse de acuerdo en qué componentes de la cadena de valor se producen dónde, y podría conllevar mecanismos de compensación que a los formuladores de políticas no siempre les resulta fácil adoptar.

No obstante, el carácter excepcional de la pandemia podría sentar una base favorable para la colaboración regional entre los formuladores de políticas en los ámbitos de los productos farmacéuticos, desinfectantes, equipos de pruebas de diagnóstico o prendas de protección. Estas decisiones tendrán que tomarse y ejecutarse con rapidez.

Los dirigentes africanos también pueden actuar al unísono en la lucha contra las consecuencias económicas de la pandemia. Nadie sabe cuánto va a afectar esta al producto interno bruto (PIB) mundial, pero sea cual sea el impacto, está claro que va a ser considerable. Se calcula que las pérdidas en el crecimiento del PIB a escala mundial —y en África como región— se sitúan entre 1,5 y 2 puntos porcentuales en estos momentos. Es más que probable que estas estimaciones se revisen a la baja, con pérdidas aún más acusadas.

El sector de los viajes ha sido el primero en sentir el impacto. Las líneas aéreas de todo el mundo viven una situación muy compleja, y el turismo ha recibido un duro golpe. El embate no va a pasar desapercibido en países africanos como Túnez, Egipto y Kenya, en los que el turismo representa en torno al 14 %, el 11 % y el 10 % del PIB respectivamente. A las líneas aéreas regionales de bajo rendimiento podría suponerles la ruina.

La interrupción de la actividad industrial en China y Europa, sobre todo en los subsectores de la confección, la maquinaria y el calzado, golpeará con dureza a las cadenas de suministro mundiales —con consecuencias para África—. También podría suponer un gran mazazo para sectores tradicionalmente fiables en este continente, como el de las flores cortadas.

En los países que están imponiendo el confinamiento, es previsible que los resultados sean terribles en una buena parte de los sectores de los servicios. Los sectores de la hostelería, el deporte y el ocio, y gran parte del comercio minorista, figuran entre los más afectados por los confinamientos totales o parciales.

Está previsto que la drástica caída de los precios del petróleo —provocada por motivos ajenos a la pandemia del coronavirus pero que se ha visto reforzada por la demanda negativa resultante de esta— agrave estas perturbaciones económicas. Los exportadores de petróleo como Nigeria verán reducir sus ingresos.

Ante este panorama, sería interesante que los formuladores de políticas africanos se pregunten cuánto tiempo pueden sobrevivir sus países sin ingresos o con unos ingresos sustancialmente reducidos y cuál podría ser el alcance de las pérdidas de puestos de trabajo. Para numerosas microempresas y pequeñas y medianas empresas (mipymes), la tasa de supervivencia podría contabilizarse en unas cuantas semanas, razón por la cual, las pequeñas empresas, más que las de mayor tamaño, tenderán a echar el cierre definitivo o verán mermada su capacidad para ser competitivas.

Además, si tenemos en cuenta que las mipymes contratan a cerca del 70 % de la mano de obra en la mayoría de los países, los despidos no harán más que agravar la recesión económica provocada por la pandemia.

Conscientes de que las pequeñas empresas son un eje que conecta la pandemia con una recesión económica de mayores magnitudes, todos los gobiernos se han empeñado a fondo en reducir las tensiones operativas a las que están sometidas. Han lanzado políticas concebidas para ayudar a las mipymes a hacer frente a los riesgos financieros a corto plazo y a las implicaciones empresariales a largo plazo. Se espera que con ello se reduzcan los despidos, se evite la quiebra, se aliente a la inversión y se contribuya a que la recuperación económica se produzca lo antes posible. Entre estas medidas figuran la financiación en condiciones favorables, las reducciones fiscales y las subvenciones, los incentivos para el empleo, la asistencia técnica y las medidas indirectas.

Los créditos de interés bajo y otros mecanismos de financiación en condiciones favorables, concebidos para aligerar los problemas de liquidez a corto plazo, figuran entre las medidas políticas más populares anunciadas hasta el momento. Pero la experiencia con la crisis de los precios del petróleo de la década de 1970 demuestra que su impacto puede ser reducido en los entornos de choque de la oferta y bajos tipos de interés que existen actualmente. La solución más eficaz para evitar la quiebra de las empresas pasaría más bien por medidas encaminadas a reducir los costos para las mipymes, –como las desgravaciones fiscales. La inversión en el comercio digital y la facilitación de la inversión también deben mantenerse— los países con políticas facilitadoras de este tipo serán los primeros en reaccionar en el período después de la crisis.

Todas estas medidas requieren financiación. A los países con margen de maniobra fiscal les resultará más fácil introducirlas que a los que no lo tengan. Lamentablemente, los niveles de deuda mundial han seguido incrementándose después de la crisis financiera de hace una década. Si bien la mayor parte de esta deuda la soporta el mundo industrializado, su aumento ha sido más importante en el mundo en desarrollo en el último decenio. Por tanto, para que los esfuerzos para ayudar a las pequeñas y medianas empresas no afecten negativamente a los mercados financieros, es posible que se requiera una acción concertada entre los dirigentes.

La historia nos demuestra que en las grandes crisis, o después de estas, suelen surgir colaboraciones transfronterizas. La Primera Guerra Mundial promovió la creación de la Oficina Internacional del Trabajo; la Organización de las Naciones Unidas se constituyó después de la Segunda Guerra Mundial. La construcción de la Unión Europea también fue una reacción a este conflicto bélico.

La Unión Africana ya ha reconocido que África será más fuerte si los países están más integrados y unidos con el nacimiento de la Zona de Libre Comercio Continental Africana. Un compromiso de actuación conjunta tan rotundo por parte de los dirigentes con respecto al continente beneficiaría sin lugar a dudas a la lucha contra la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas para África.

Estas medidas deberían incluir una reafirmación del compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el multilateralismo, y también la promesa de ayudar a los más afectados por la recesión económica: las pequeñas empresas, las mujeres, los jóvenes y las comunidades vulnerables. El Centro de Comercio Internacional (ITC) atendiendo a su mandato de desarrollar la competitividad de las pequeñas empresas en los países en desarrollo, haciendo hincapié en las empresas propiedad de mujeres y en las personas situadas en la base de la pirámide económica, está listo para apoyar estos esfuerzos.

Dorothy Tembo es la Directora Ejecutiva Interina del Centro de Comercio Internacional, una agencia conjunta de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.