Empoderar a los pequeños productores para reducir la inseguridad alimentaria
La capacidad de hacer frente a múltiples desafíos es un principio fundamental en política y economía. Las condiciones meteorológicas extremas, los virus, las guerras regionales y la volatilidad de los precios de los alimentos repercuten negativamente en la seguridad alimentaria. Según las últimas cifras del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2024 (SOFI 2024) de la ONU, el hambre ha ido en aumento desde 2019, y en 2023 sufrieron inseguridad alimentaria 733 millones de personas en todo el mundo.
Los fenómenos meteorológicos extremos son actualmente uno de los principales factores de inseguridad alimentaria aguda y responsables de que 73 millones de personas pasaran hambre solo en 2023.
El Niño es un ejemplo de perturbación climática que ha tenido consecuencias devastadoras en Malawi y Zambia. Ambos países se enfrentan a una escasez masiva de alimentos causada por una cosecha de maíz insuficiente debido a la sequía. Sin embargo, esta crisis podría haberse evitado.
En primer lugar, si se dispusiera de más recursos, los agricultores dependerían menos de la lluvia para sus cultivos. En segundo lugar, con un comercio regional justo, Zambia y Malawi podrían haberse beneficiado de los excedentes de producción de maíz de los países vecinos. Y, en tercer lugar, una mayor competencia permitiría a los agricultores y a las pequeñas empresas de Zambia y Malawi negociar mejores precios y acceder a más mercados.
En el Shamba Centre for Food & Climate contribuimos a dotar de resiliencia a los sistemas agroalimentarios de los países de renta baja y media para evitar que perturbaciones como El Niño se transformen en crisis.
Para ello, empoderamos a los pequeños productores y a las pequeñas empresas, el llamado «segmento intermedio ausente», para que puedan tener la oportunidad y el acceso a los mercados y a las herramientas que necesitan para prosperar.
Las pequeñas empresas necesitan mercados justos y competitivos. Por desgracia, este no es aún el caso de África, donde los mercados alimentarios y agrícolas se caracterizan por un alto nivel de concentración, desde los insumos utilizados por los productores hasta los productos finales vendidos a los consumidores. Los productores locales se ven sometidos a la presión de las empresas que controlan los precios y la cuota de mercado.
Esta situación se agrava por la debilidad de los regímenes de competencia. Nuestra investigación muestra que solo 26 de los 48 países del África subsahariana cuentan con leyes e instituciones de competencia, la mayoría con menos de diez años de antigüedad, y algunas aún no son operativas.
Junto con el Centro de Competencia, Regulación y Desarrollo Económico de la Universidad de Johannesburgo (CCRED), también hemos descubierto muchos casos de conductas contrarias a la competencia que existen, pero que no se han detectado.
Para remediar esta situación, estamos trabajando para reforzar la capacidad jurídica y técnica de los reguladores de la competencia en África, con el fin de aplicar eficazmente las leyes de competencia a nivel nacional y regional.
La financiación es un gran reto para las pequeñas empresas agroalimentarias, especialmente para las que están a la vanguardia de la seguridad alimentaria y abastecen a los consumidores locales. Estas empresas, que trabajan en moneda local, dependen en gran medida de las instituciones locales para obtener capital circulante. Sin embargo, estas instituciones locales hacen pocos negocios con estas pequeñas empresas, ya que las perciben como arriesgadas y con una alta carga operativa para préstamos de bajo valor.
Este problema no solo es consecuencia de la mentalidad conservadora de los bancos, sino también de las normas que los rigen. Tras la crisis financiera mundial de 2008, el marco de Basilea III exige a los bancos mantener un coeficiente de adecuación del capital que represente el 8,5 % de sus activos ponderados por riesgo para protegerse de posibles pérdidas.
Sin embargo, la mayoría de los bancos centrales de los países en desarrollo exigen ratios más elevados: por ejemplo, el 12 % para los bancos públicos y el 9 % para los bancos comerciales de la India. Las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF9) exigen a los bancos prever las pérdidas crediticias esperadas de los préstamos y mantener colchones.
Aunque son importantes para evitar la morosidad generalizada, estas disposiciones pasan por alto el papel de los bancos como impulsores del crecimiento económico.
Para que el comercio funcione como vehículo hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, los inversores nacionales deben «participar en el juego». Por lo tanto, para mejorar la financiación de las pequeñas empresas puede ser necesario colaborar con los bancos centrales de los países en desarrollo para aprender a gestionar el riesgo.
(Más información sobre cómo financiar las pequeñas empresas en el informe publicado con la Plataforma Global de Donantes para el Desarrollo Rural y en el próximo informe Ending hunger 2.0: An income-generating approach through value-addition (Acabar con el hambre 2.0. Un enfoque generador de ingresos mediante el valor añadido) que se publicará en noviembre).
No será fácil vivir con múltiples y frecuentes sobresaltos. Nuestro objetivo en el Shamba Centre es construir y financiar la resiliencia, la base del desarrollo sostenible más allá de 2030. ¡Únase a nosotros en este esfuerzo!