Discurso pronunciado ante la reunión de Ministros de Comercio del Commonwealth
Lord Marland, Presidente, Commonwealth Enterprise and Investment Council;
Hble. Dr. Okechukwu Enelamah, Ministro de Industria, Comercio e Inversión, Nigeria;
Excmo. Sr. Liam Fox MP, Secretario de Estado de Comercio Internacional, RU;
Sr. Shanker Singham, Director de Estudios de Prosperidad y Política Económica, Legatum Institute;
Distinguidos Ministros, señoras y señores, amigos todos:
Es un honor para mí dirigirme a Uds. en esta primera reunión de ministros de comercio de todo el Commonwealth. Gracias por invitar al Centro de Comercio Internacional a participar en estos debates.
La última vez que el comercio ocupó un lugar destacado en el programa de una conferencia del Commonwealth fue allá por los años 30 del pasado siglo. Hace tanto tiempo de eso que esta organización ni siquiera se llamaba Commonwealth. Sin embargo, es el recuerdo de esa aciaga década el que nos persigue hoy en día. Una década arruinada por el proteccionismo y el hundimiento de la cooperación económica internacional. Una década que comenzó con una depresión y acabó en una guerra.
El orden económico posterior a 1945 fue construido por líderes que quedaron marcados por esta experiencia, la cual les hizo convencerse de que «si los bienes no cruzan las fronteras, lo harán los soldados». El sistema de comercio multilateral y su principio fundamental de no discriminación nos ha sido muy útil.
La economía mundial libre ha ayudado a sacar a más de mil millones de personas de la pobreza extrema. Gracias a unos mercados libres y predecibles ha sido posible que los países en desarrollo alcanzaran altas tasas de crecimiento convergente enganchándose al carro de la economía global. Desde Barbados a Mauricio o a Sri Lanka, los países han utilizado el comercio para sacar a la gente y los recursos de los servicios y la agricultura de subsistencia y darles acceso a un trabajo de mayor valor añadido. Importar lo que el mundo sabe y exportar lo que el mundo quiere ha sido el camino más efectivo para lograr una relativa prosperidad.
Inmersos en las crisis humanitarias y las turbulencias políticas de nuestros días es fácil perder de vista lo mucho que hemos progresado. La mayoría de los que estamos hoy aquí en esta sala recordará que hace no mucho se pensaba que la extrema pobreza era una lacra que padeceríamos siempre. Hoy, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas pueden aspirar de forma realista a erradicarla en los próximos trece años. Nunca antes habíamos sido, como pueblo, más cultos. Los niños nunca habían tenido más probabilidades que ahora de llegar a cumplir los cinco años.
No pretendo dar la impresión de que todos los países y todas las comunidades se han beneficiado plenamente de este progreso: muchos no lo han hecho. Me referiré a ello más tarde. Por ahora solo diré que los beneficios han sido reales. Y sin embargo, el orden económico que ha sustentado esta prosperidad en auge se encuentra ahora amenazado.
En un giro de los acontecimientos que pocos habrían previsto a finales de siglo, la reacción violenta contra la globalización está teniendo su origen en las economías avanzadas. Algo que quizá no sea tan sorprendente como parece si lo observamos más de cerca. Si bien el comercio ha sido positivo también para las economías desarrolladas, los beneficios del mismo no se han repartido equitativamente. Las desigualdades en materia de ingresos y riqueza han crecido. Muchas personas han visto cómo transcurría una generación entera sin que sus ingresos aumentaran realmente. El fracaso a la hora de invertir de forma adecuada en políticas internas sólidas que permitieran repartir los beneficios de la globalización ha dado lugar a una merma en el apoyo al libre mercado.
Una economía global menos abierta reduciría las perspectivas de los países más pobres de salir de la pobreza a través del comercio. Incluso en el caso de los países más ricos, encerrarse en uno mismo reduciría los incrementos de productividad que se derivan de la especialización, al tiempo que se invitaría a los socios comerciales a contraatacar con medidas proteccionistas propias. Como resultado, sería más difícil, no más fácil, generar el crecimiento de ingresos que desean los enfadados electores.
Los miembros del Commonwealth tienen la oportunidad, la responsabilidad incluso, de liderar el camino hacia la preservación del libre mercado. Se me ocurren tres formas de lograrlo:
- En primer lugar, abogar por los mercados libres y usar su poder de convocatoria para promover debates políticos honestos sobre el comercio. Un debate que abordara el comercio basándose en hechos admitiría que la tecnología y la automatización crean puestos de trabajo, pero también que destruyen mucho más empleo que las importaciones o la externalización. En EE. UU. la proporción es de 8 de cada 10 puestos de trabajo perdidos. Un debate que abordara el comercio basándose en hechos haría hincapié en que lo importante es la adición de valor, no el mero equilibrio en el comercio bilateral. Un debate que abordara el comercio basándose en hechos daría menos importancia a las cifras comerciales y más a la medición del comercio en términos de valor añadido. Un debate que abordara el comercio basándose en hechos reconocería que, en un mundo de cadenas de valor plurinacionales, el proteccionismo mina la competitividad de la exportación, y que es necesario cooperar en materia de medidas no arancelarias para reducir las fricciones comerciales.
- Otro hecho acerca del comercio es que algunos pueblos están mejor dotados que otros para beneficiarse de él. Y esto me lleva a la segunda de las tres formas: los gobiernos de cada país pueden formular políticas internas para velar por que los ciudadanos tengan el poder para adaptarse a, y beneficiarse de, mercados laborales en rápida transformación. Muchos de Uds. han colocado ya el crecimiento inclusivo en lo más alto de sus agendas internas.
- Y la tercera: en términos de medidas relacionadas con la política comercial, los miembros del Commonwealth tienen una amplia capacidad de actuación para expandir el comercio global, incluso en el actual clima político.
- Tomemos como ejemplo el Acuerdo de Facilitación del Comercio (TFA, por sus siglas en inglés) de la OMC, que entró en vigor hace dos semanas. Los países representados aquí pueden hacer gala de su liderazgo y cosechar beneficios económicos moviéndose rápidamente para implantar las medidas del acuerdo destinadas a reducir la burocracia y las demoras en las fronteras. Muchos países en desarrollo requerirán asistencia técnica y financiera para adoptar algunas de esas medidas, una ayuda que el TFA les promete. El Commonwealth puede trabajar para garantizar que la comunidad internacional aporte la ayuda necesaria para traducir la promesa del nuevo Acuerdo de la OMC en aumentos reales en el comercio. No porque uno se sienta bien siendo caritativo, sino porque reducir los costos del comercio es lo que ayudará al 90 % de las empresas (pymes) a comerciar a través de las fronteras.
Los nuevos acuerdos de comercio bilaterales, regionales y plurilaterales podrían ayudar a los miembros del Commonwealth a consolidar y estrechar los lazos comerciales. A este respecto, una de las prioridades sería preservar el acceso de los países en desarrollo y de los menos adelantados al mercado británico, teniendo en cuenta la intención del Reino Unido de abandonar la unión aduanera de la UE, así como velar por que este abandono desestabilice lo menos posible los flujos comerciales dentro del Commonwealth. Unas normas de origen inteligentes podrían ayudar a prevenir la interrupción de las relaciones de suministro existentes.
Pero si bien negociar nuevos acuerdos comerciales es bueno y positivo, el hecho es que las empresas a menudo tienen que luchar por hacer uso de una liberalización del mercado que solo existe sobre el papel. Cumplir un estándar sanitario o medioambiental fundamental puede resultar prohibitivamente caro. Conseguir certificados de origen puede ser innecesariamente complicado. Las medidas no arancelarias se ven agravadas por las debilidades en el lado de la oferta. Especialmente en los países en desarrollo, puede que las compañías carezcan de información sobre los requisitos y las oportunidades del mercado de exportación.
En el ITC trabajamos para salvar esta brecha entre normas y flujos comerciales, entre posibilitar el comercio y hacer que el comercio tenga lugar.
Un ejemplo de lo que quiero decir con esto lo tenemos en la Comunidad del África Oriental. Este bloque, que incluye a Kenya, Rwanda, Uganda y Tanzania, se ha comprometido a desarrollar una unión aduanera y un mercado común. El ITC ha estado colaborando con los gobiernos y con el sector privado para identificar y resolver problemas, tales como la escasez de visados de trabajo con la que se topan las empresas cuando intentan hacer negocios a través de las fronteras de la región.
El Commonwealth podría utilizar su poder de convocatoria para facilitar el diálogo y el consenso internacional sobre las medidas que se pueden adoptar en el lado de la oferta para reducir los costos comerciales y ayudar a las empresas de Estados pequeños, frágiles y pobres a ser más competitivas y a conectar con los mercados del mundo. Los miembros del Commonwealth están situados que la mayoría para apreciar la relevancia de las barreras invisibles al comercio: gracias a un idioma común, a sistemas jurídicos similares y a grupos de la diáspora conectados en red, los costos del comercio bilateral entre los miembros del Commonwealth son un 19 % más reducidos que los de otros pares de países. A pesar de este «efecto Commonwealth», no obstante, un informe de 2015 de la Secretaría determinó que había potencial para impulsar el comercio dentro del Commonwealth en más de un tercio, es decir, por valor de unos 156 000 millones de dólares.
Estos son unos beneficios que merece la pena materializar. A la hora de hacerlo, les conminaría a convertir a las pequeñas y medianas empresas en una parte importante de cualquier «programa para el crecimiento» del Commonwealth. El éxito de estas empresas contribuye directamente al desarrollo y al crecimiento inclusivo. En casi todos los rincones del mundo, son pymes la aplastante mayoría de las empresas y las que proporcionan cerca del 70 % de los puestos de trabajo. Sin embargo, y sobre todo en los países en desarrollo, tienden a ser mucho menos productivas que sus homólogas de mayor tamaño, lo que se traduce en salarios bajos para amplios sectores de la población activa. Por eso, si se capacita a las pymes para ser más competitivas y acceder a las cadenas de valor internacionales, tendremos la receta para un crecimiento que beneficie a las personas que están en los escalones más bajos de la pirámide económica.
Otra inversión en inclusividad procede de empoderar a las mujeres para que participen en términos de igualdad en la economía y en el comercio. Una mayor igualdad y más oportunidades económicas para las mujeres dan lugar a familias más sanas y con un nivel educativo más alto, a empresas mejor gestionadas y a economías nacionales más competitivas y ricas. El ITC está listo para colaborar con Uds. en la labor de conseguir que el comercio tenga lugar. Tenemos ya proyectos en marcha en muchos de sus países y regiones.
En el Caribe estamos trabajando para impulsar la productividad, la adición de valor y las exportaciones en el sector del coco a fin de que agricultores y empresas de elaboración puedan beneficiarse de la creciente demanda global de productos derivados del coco. En el Pacífico, el ITC está ayudando a promover una agricultura que mitigue el cambio climático en Fiji y a que las mujeres que tejen bolsos a mano en Papua Nueva Guinea obtengan mayores ingresos. Nos hemos asociado con el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido en iniciativas «triangulares» para atraer inversiones de la India y de China hacia los sectores de África Oriental orientados a la exportación. Y nuestra iniciativa SheTrades está ampliando las oportunidades para las mujeres empresarias de todo el mundo.
Antes de terminar, permítanme expresar una vez más mi agradecimiento al Commonwealth Enterprise and Investment Council (CWEIC) y a la Secretaría del Commonwealth por organizar esta reunión de ministros, y por preocuparse de que la empresa estuviera bien representada aquí junto a los gobiernos. El ITC está ansioso por trabajar con Uds. para impulsar la competitividad y la capacidad comercial a fin de lograr un crecimiento sostenible e inclusivo.
Muchas gracias.