A medida que el mundo se iba recuperando de la recesión económica provocada por la crisis financiera de 2008 quedó claro que los modelos de desarrollo industrial del pasado son cada vez más insostenibles en términos económicos y ambientales. El progreso económico y el crecimiento de la población, sobre todo en los países en desarrollo, se sumaron a la enorme presión que las economías desarrolladas habían ejercido en los recursos y los ecosistemas mundiales, lo que hizo aumentar el precio de los productos básicos, así como el estrés en el medio ambiente y la oferta de recursos naturales, paralizando el crecimiento. El mundo debe adherir a un nuevo paradigma de crecimiento económico, crecimiento verde, si queremos que las economías emergentes se expandan y prosperen, y que los países desarrollados mantengan su altos niveles de vida.
En pocas palabras, el crecimiento verde es un modelo de desarrollo que considera que el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental no son conceptos separados. Con demasiada frecuencia, los planificadores del desarrollo, tanto de gobiernos como del sector privado, entienden que la protección ambiental obstaculiza la modernización económica o es un lujo de aquellos países que atravesaron la fase de industrialización del desarrollo. Por el contrario, defensores del medio ambiente y expertos del cambio climático consideran que las fuerzas del mercado son las principales fuentes del deterioro y la destrucción de la ecología. El crecimiento verde es un intento de conjugar aspectos clave de desempeño económico –como la reducción de la pobreza, la creación de empleo y la inclusión social– con aquellos de desempeño ambiental como la mitigación del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y el acceso al agua potable y la energía limpia.
La voluntad política y los avances tecnológicos permitieron que las economías emergentes se saltaran las etapas sucias del desarrollo que marcaron gran parte del siglo XX y que los países desarrollados enverdecieran sus economías con mayor rapidez. Por ejemplo, el Instituto Global para el Crecimiento Verde (GGGI por su sigla en inglés) no solo se asoció con los Gobiernos de Camboya, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Kazajstán y Mongolia, sino también con varias organizaciones nacionales e internacionales para ayudar a esos países a elaborar amplios programas nacionales de crecimiento verde que respondieran a necesidades concretas en los planos local y nacional.
Sin duda alguna, definir y medir los éxitos y resultados del crecimiento es un fluido proceso en curso y que mucho depende de las condiciones locales del terreno. En grandes líneas, el GGGI tiende a medir el éxito en términos de implementación y continuidad de planes de crecimiento verde (GGP por su sigla en inglés), no solo el grado de compromiso de los asociados gubernamentales e institucionales y el número de partes interesadas en el proceso, sino también el grado en que esos planes se institucionalizan en los planos local y nacionales, la capacidad interna que crearon, su aporte al desarrollo y la divulgación de tecnología, y el nivel de financiación que recibieron.
Un claro ejemplo mundial de esto último es la labor del GGGI en Etiopía, uno de los países más grandes de África por su población de 85 millones, un crecimiento superior al 3% anual y una diversidad geográfica que comprende diversas zonas climáticas y condiciones del suelo. En estos últimos años, el país experimentó un rápido crecimiento económico y a pesar de muchas dificultades demostró la significativa capacidad de proseguir su expansión económica.
Al respecto, el GGGI se asoció con el Gobierno de Etiopía y otros para definir un GGP total que sentara y reforzara las bases de la labor previa para establecer un plan más amplio de crecimiento y transformación; plan realmente ambicioso de desarrollo económico que propulsara a Etiopía a la categoría de países de ingresos medios en 2025. La estrategia de economía verde y resiliencia climática está destinada a servir de hoja de ruta del desarrollo verde del país e incluye los esfuerzos para reforzar la capacidad gubernamental que hace falta para apoyar la aplicación de políticas de crecimiento verde. Se procede a capacitar en el ámbito local mediante la formación de grupos de comités subtécnicos que transmitan los conocimientos de expertos en crecimiento verde a la próxima generación de líderes de la economía verde. Además, a nivel de gabinete gubernamental, se estableció un comité directivo que coordinará las actividades entre los ministerios y creará vínculos con organizaciones locales para facilitar la adquisición y transferencia de conocimientos.
En términos de tecnología, los planes de crecimiento verde de Etiopía exhortan a utilizar técnicas y tecnologías verdes en varios sectores, incluidos los de energía, silvicultura y agricultura. En un extenso análisis sectorial se constató que el país podría reducir enormemente la deforestación impulsando la productividad de las tierras de cultivo mediante una agricultura más intensiva y la aplicación de técnicas agrícolas de baja emisión de carbono. En parte, la productividad se puede aumentar mediante el uso de tecnologías verdes de riego a pequeña escala, esencialmente bombas manuales y a motor que capitalicen los significativos recursos hídricos de Etiopía. Esas tecnologías ya se usan en más de 100.000 hectáreas y su uso aumenta a razón del 30% anual. Si ese aumento se gestiona correctamente podría contribuir a incrementar los ingresos y la seguridad alimentaria de unos 700.000 hogares agrícolas, alrededor de cinco millones de personas, en cinco años.
Si Etiopía lo consigue, el crecimiento verde tendrá profundos impactos y repercusiones en los ambiciosos planes económicos del país y más impactos en la región al demostrar que el modelo económico de crecimiento verde es viable. Ahora bien, el éxito del crecimiento verde en el plano nacional dependerá de que Etiopía no solo logre crecer sostenida y rápidamente, sino también desarrollar su economía, mitigar la emisión de gases de efecto invernadero y minimizar las otras formas de deterioro ambiental que caracterizaron el desarrollo económico.
Si bien el GGGI se centra en forjar asociaciones con economías en desarrollo, a raíz de la doble amenaza del cambio climático y la acentuada escasez de recursos es imperativo que los países en desarrollo adopten estrategias de crecimiento verde. Aunque los gobiernos suelen ser los actores más poderosos para propiciar ese crecimiento, la sostenibilidad de los resultados también requiere la inversión y la creatividad permanentes del sector privado y la sociedad civil. El GGGI se propone tender puentes entre esas facetas de la sociedad para acelerar y extender la transición de la economía mundial a un modelo de progreso económico de amplia base que utilice los recursos en forma mucho más eficiente, Tal vez, el concepto de crecimiento verde aún esté en pañales, pero urge incorporarlo en el núcleo de la política económica y la estrategia empresarial, habida cuenta de las circunstancias ambientales y económicas que afrontamos hoy en día.