En su lucha por la supervivencia cotidiana, la gente suele
ignorar la importancia de la sostenibilidad ambiental para el
futuro crecimiento económico. Tal era el caso en la Provincia de
Sofala, Mozambique, que forma parte de un mosaico de bosques que se
extiende por 12 países y alberga algunas de las maderas nobles más
bellas y raras del mundo.
Más de 200.000 mozambiqueños dependen de los ingresos generados
por el sector forestal, cifra que aumenta considerablemente si se
incluye a quienes dependen de la leña y el carbón vegetal. Aun así,
según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2004 el país perdió 16.724
m3 de madera sólo para combustible.
En la ciudad de Dondo, integrantes de una pequeña co-operativa
de torneros en madera fabricaban productos que no correspondían a
las exigencias del mercado. Además, se dirigían a un mercado de
turismo que ya no existía y a un mercado local tan pobre como
ellos.
No obstante, tienen la suerte de vivir en un sistema boscoso
tropical, seco, donde crecen lentamente árboles que dan una madera
de calidad incomparable y rica variedad de colores que van del
borgoña oscuro al ébano.

Las plántulas del vivero se utilizarán
para reemplazar los árboles talados.
© V. Gallante
De la penuria a las pasarelas de París
En la actualidad, ésta y otras cooperativas fabrican pulseras
artesanales de alta calidad que causan sensación en el pináculo del
mercado de accesorios de moda. El innovador diseño de formas
arquitectónicas es suficientemente llamativo para las pasarelas,
suficientemente moderno para las revistas y suficientemente cómodo
para el cliente.
El proyecto piloto patrocinado por el CCI para fomentar las
exportaciones en el sector de la madera contribuyó a ese cambio. El
CCI puso en marcha el proyecto en 2004, apoyándose en la labor del
consultor y diseñador Allan Schwarz. En 2000, este empresario
social fue elegido Socio Ashoka por su labor con las comunidades
forestales para ayudarles a sacar más beneficio de su entorno y
conservarlo para futuras generaciones. Schwarz creó la Iniciativa
de Sofala, alianza entre una empresa privada con sede en el Centro
Forestal de Mezimbite que produce los mejores muebles y accesorios
de la gama, una cooperativa de artesanos de la madera de Dondo, al
norte de Beira, y la comunidad n'Hatanga.
"Habíamos empezado a fabricar pulseras y otros productos antes
de la intervención del CCI, pero no teníamos mucha capacidad de
producción ni de comercialización", explica Schwarz. El CCI
proporcionó asistencia técnica en cuestiones prácticas tales como
la adaptación del producto a los diversos mercados, la garantía de
calidad, la comercialización y la distribución.
"Con el apoyo del CCI, capacitamos a mucha gente en producción y
protección de la base de recursos."
La belleza de las pulseras, así como sus propiedades éticas y de
sosteniblidad, abrieron las puertas del circuito convencional y de
los mercados "verdes" y éticos. Tuvieron un gran éxito en la Feria
de Moda Ética de 2005 durante la Semana de la Moda de París y ya se
están exportando a Sudáfrica por conducto de un agente mayorista y
una red de minoristas. Un agente europeo las distribuye en Bélgica,
Francia, Grecia, Italia y el Reino Unido. Hay distribuidores que
operan en el Caribe francés y Estados Unidos. El interés es enorme,
sobre todo, en Nueva York.
Se avecina una nueva temporada de la moda y se espera que las
ventas aumenten considerablemente y que la nueva clientela de Nueva
York compre más de 1.000 piezas al mes.
Se dispone de una reserva de 2.000 pulseras para atender pedidos
a medida que llegan. Las ventas son estacionales, pero ascienden a
una media de 300 piezas por mes. El nivel sostenible de producción
-unas 3.000 a 4.000 pulseras por mes- está limitado por la tasa de
crecimiento y el inventario de los árboles.

Allan Schwarz habla de nuevas técnicas
con un trabajador.
© V. Gallante
"Reemplaza lo que te lleves..."
Desde hace mucho tiempo, A. Schwarz considera que el ambientalismo
y el desarrollo económico sostenible son "dos caras de la misma
moneda". Su consigna es "reemplaza lo que te lleves" y todo el
mundo saldrá ganando.
En el marco del proyecto se capacitó a un pequeño grupo de
trabajadores para que supieran identificar y medir árboles y
plantas del bosque e indicar su ubicación para luego hacer un
inventario y calcular el rendimiento sostenible de cada
especie.
Entonces, se estableció un plan con la comunidad para talar por
debajo de la cantidad permitida por la naturaleza para un solo año
y volver a plantar. Esto supuso crear otro programa, construir y
equipar un vivero, formar personal para el mismo y conseguir que
los lugareños participaran en la recolección de semillas.
Es necesario cortar unos 180 árboles por año, pero la capacidad del
vivero ha ido en aumento y, actualmente, contiene más de 2.500
plántulas. Dado que en el vivero había un exceso de capacidad, se
plantaron árboles frutales y hortalizas y se inicio una
demostración piloto de agricultura permanente, que proporciona
alimentos a todos los participantes.
Perfeccionamiento
Casi el 80% de quienes cortan madera y replantan en el marco del
proyecto, antes se dedicaba a fabricar carbón vegetal, actividad
perniciosa que provoca enfermedades crónicas, emite toneladas de
carbón a la atmósfera y causa estragos en los bosques. Hoy son
leñadores y horticultores.
A fin de mejorar los ingresos y reducir el volumen de materia
prima transportada, se capacitó y equipó a los leñadores para que
prepararan la madera en tornos mecánicos y que los torneros puedan
concentrarse en su labor artesanal. De ahí que la cadena de
producción sea más eficaz y que los ingresos de los leñadores hayan
aumentado más de un tercio. También se perfeccionaron las
competencias de los 19 artesanos que había, se incorporaron otros
12 y se capacitó a los mejores torneros para que hagan controles de
calidad.
Actualmente, los ingresos ascienden a unos US$ 100 por mes y el
mejor tornero gana unos US$ 300. En término medio, los salarios de
la Iniciativa de Sofala aumentaron 14 veces respecto a los del
resto de la población del país que subsiste a duras penas con un
ingreso medio de US$ 250 por año.
Tras el éxito de la experiencia piloto, el proyecto se amplió a
otros seis colectivos comunitarios, lo que generó más empleo y el
número de beneficiarios directos pasó de 25 a más de 50, ya que las
instalaciones de producción se extendieron a la cooperativa urbana
Kanimambo de Manga y a otra comunidad forestal de Mosca do Sonho.
En todas las cooperativas se consolidó la formación empresarial y
se racionalizó el control de existencias.
La formación en silvicultura agrícola también está generando empleo
e ingresos para las comunidades forestales. Una vez terminado el
proyecto piloto, se estima que el número de beneficiarios
indirectos de dichos empleos e ingresos ascenderá a 500. Los
resultados ya son palpables.
"Ahora existe una relación cultural de concesiones mutuas con el
bosque. Las cifras hablan por sí mismas, pero además, hay menos
desnutrición y enfermedades, a excepción del VIH/SIDA", afirma A.
Schwarz.
El enfoque holístico es la clave
En 2002, con una subvención de Irlanda, el CCI trabajó con el
Gobierno de Mozambique por conducto del Instituto de Promoción de
Exportaciones (IPEX) para reforzar la capacidad de este último en
el diseño de una estrategia para el sector que contribuyera a
aumentar las exportaciones de productos de madera procesados. El
Gobierno, que había hecho del sector maderero una prioridad,
adhirió a la estrategia que se completó con un análisis de impacto
ambiental, financiado por el CCI.
Así nació el proyecto piloto de dos años en 2004, cuyo eje
estratégico era añadir valor a las exportaciones de madera. El CCI
y los asociados de la Iniciativa de Sofala lo llevaron a cabo en el
terreno.
La falta de formación empresarial no fue el único obstáculo con el
que se tropezó para aumentar las exportaciones. A causa del
VIH/SIDA, la Iniciativa de Sofala perdió 11 de las 56 personas que
había capacitado. Para abordar el problema, el proyecto colaboró
con International Training for Orphans and their Survival (TIOS),
organización sin ánimo de lucro, a fin de impartir cursos sobre
prevención, transmisión, tratamiento y atención a domicilio del
VIH/SIDA en las comunidades y abastecer de anticonceptivos y
complementos dietéticos a los habitantes de los bosques para
reforzar su sistema inmunitario.
P. Sennequier afirma que este enfoque holístico es esencial para
apoyar comunidades más independientes. También destaca el elemento
de conservación del proyecto así como los servicios que se prestan
y mantiene que eso es fundamental para cimentar comunidades más
sanas y ricas, pues sienta las bases de la sostenibilidad.
"El proyecto encendió una chispa en el corazón de las comunidades
mozambiqueñas, conduciéndolas por el camino de la autosuficiencia.
El CCI sirvió de puente entre los sectores público y privado y las
comunidades, propiciando un diálogo eficaz. Además, creó vínculos
entre Mozambique e importantes mercados de exportación", concluye
P. Sennequier.
Ampliación a otras comunidades
Este proyecto demuestra que la riqueza sostenible está al alcance
de las comunidades pobres, cuando en el ámbito local se realizan
actividades destinadas a transformar materias primas en productos
acabados y de exportación. El proyecto tiene una gran proyección de
futuro. El éxito de la estrategia y el modelo de exportación para
el sector de la madera es esperanzador y podría ampliarse a otras
comunidades y asociaciones.
Unos 40 colectivos comunitarios de la Provincia de Zambezia y más
de 50 de Cabo Delgado están interesados en incorporarse a la
Iniciativa de Sofala. Un estudio de las bases de recursos de madera
en Mozambique confirma que el proyecto podría llevarse a cabo con
éxito en otros 200 colectivos comunitarios.
"El proyecto es un modelo que podría repetirse en otros sectores
prioritarios. La idea de contar con comunidades pobres para
aumentar la cadena de valor de las exportaciones da resultado. De
la experiencia piloto fluyeron actividades que nutren un programa
regional de apoyo al sector de la madera", señala P.
Sennequier.
El Gobierno creó el grupo GES Madeira, encargado de supervisar la
estrategia, y busca socios para contribuir a iniciar el programa
regional de apoyo. El CCI desarrolla otros proyectos madereros en
la región, junto con asociados internacionales, entre ellos,
Canadá, mediante el Programa de fortalecimiento de la capacidad
africana para el comercio.
La confianza es un valioso activo
Un factor determinante del éxito de este proyecto piloto del CCI
fue la posibilidad de trabajar con Allan Schwarz, consultor y
director del proyecto, que se había granjeado la confianza de los
lugareños por su empeño y entusiasmo. Empresario social de larga
trayectoria en este campo consiguió elevar al máximo el impacto del
apoyo del CCI.
Este último contribuyó a reforzar el vínculo entre Schwarz y la
comunidad ayudándoles a organizarse. El respaldo en el terreno
abarcó financiación de equipos, formación y aporte de experiencia
en comercialización.
La confianza es uno de los activos más valiosos. Aunque sea difícil
de conquistarla y fácil de perder se trata de un elemento crucial
del capital social. El grado de confianza de esta sociedad mixta
fue la fuerza motriz del proyecto. Con la participación de otros
socios -entre ellos, el Gobierno y organizaciones no
gubernamentales- el proyecto es un éxito y podrá repetirse en otras
comunidades.
Para más detalles, diríjase a Patricia Sennequier, Asesora de
Promoción Comercial del CCI: sennequier@intracen.orgDianna Rienstra, Redactora adjunta de Forum de
Comercio, escribió este artículo con aportes de Monica
Yesudian, Patricia Sennequier y Prema de Sousa del CCI.