El arquero Boyes gira rápidamente y señala el tucán de pico rojo
posado en la copa de un árbol. Permanece en silencio, y luego, tras
un breve lapso, inclina la cabeza. 'Una parte de mí se entristece
cuando veo a estas magníficas aves. Son criaturas vulnerables y
durante muchos años no he sido amable con ellas.'
No hace mucho tiempo, este amerindio guyanés de 35 años atrapaba
pájaros exóticos para venderlos por unos cuantos dólares a turistas
sin escrúpulos. Era dinero fácil para un hombre joven sin otros
medios de subsistencia. Hoy en día, Boyes continúa viviendo del
tucán, y otras especies raras de la selva tropical guyanesa, pero
para contribuir a la conservación de la fauna en peligro y su
hábitat.
La transformación de Boyes se debe a un curioso experimento en
pleno corazón guyanés. La tribu makushi, a la que pertenece,
mancomunó esfuerzos con empresarios internacionales y destacados
científicos en una apuesta para salvar esta inmensa y prístina
selva tropical. Algunos estudiosos del medio ambiente lo consideran
uno de los programas de gestión forestal sostenible más importantes
del planeta.
El proyecto está dirigido por el Centro Internacional de
Iwokrama (IIC por su sigla en inglés), organización autónoma para
la conservación de la selva tropical y desarrollo cuya sede central
se encuentra en un claro de la selva rodeada por la espesa canopia
y serpenteantes riachuelos. La reserva de Iwokrama aloja a algunas
de las especies de aves y otros animales más raras del mundo.
Durante el día, tucanes, cotorras y extrañas golondrinas colorean
el cielo. Por la noche, la sobrecogedora llamada de los monos
aulladores atraviesa la oscuridad.
Destacados científicos y consultores de gestión de todos los
rincones del globo trabajan aquí codo a codo con la población
indígena que atesora siglos de valiosos conocimientos sobre la
selva y su biodiversidad. Juntos están desarrollando ecoservicios
que conjugan conocimientos ancestrales con ciencia de punta y
experiencia empresarial.
El objetivo es lograr que la selva sea rentable gracias al
ecoturismo, la propiedad intelectual y la recolección sostenible de
madera. Paralelamente, se proponen proteger la biodiversidad de la
selva tropical y ofrecer medios de subsistencia, instalaciones
sanitarias y recursos educativos a las comunidades locales.
Dane Gobin, Director del IIC, afirma que 'Iwokrama actúa como un
agente entre las comunidades locales que poseen los conocimientos
tradicionales y el sector privado que dispone de capital,
conocimientos de marketing y experiencia comercial. Más de una vez,
esta relación privilegió al sector privado pero, ahora, se pretende
lograr la sostenibilidad de los recursos y compartir los beneficios
por igual'.
Victor Aying, jefe de un poblado que trabaja para el IIC y es
instructor del programa de gestión, afirma: 'Iwokrama nos enseñó
una manera mejor de ganarnos la vida a partir de nuestros recursos
naturales. Si podemos sacarles provecho de un modo saludable, no
hay por qué destruirlos.'
Fred Allicock, anciano del poblado, descansa sobre los peldaños
de su gran casa de madera acurrucada en las rodantes colinas de la
sabana al borde de la selva. Según él, 'el pueblo makushi acepta
que el mundo está cambiando. La selva nos ha mantenido durante
siglos, es nuestro supermercado, nuestro banco, nuestra farmacia.
Todo lo que necesitamos lo obtenemos de la selva: cazamos,
aprovechamos los árboles para sacar madera, los frutos para hacer
medicinas y las enredaderas para hacer arcos y flechas con los que
ayudarnos a conseguir nuestro alimento. Pero para sobrevivir, y
salvaguardar nuestro modo de vida tradicional, debemos adaptarnos y
modernizarnos. Eso sí, a nuestro ritmo.'
Samantha James, científica y trabajadora social del IIC, nos
dice que lo moderno y lo tradicional pueden coexistir: 'Los mismos
que saben encontrar, acechar y matar a un animal, cocinarlo y
ahumarlo para que se conserve, mañana por la mañana acudirán a su
trabajo aseados y bien vestidos, encenderán el ordenador, abrirán
el correo electrónico y trabajarán en programas de investigación.
Oirán a gente de aquí hablar de gestión cooperativa, desarrollo
sostenible y reparto de ganancias. Vengan un sábado de mañana y los
verán pescando en el río con habilidades indígenas tradicionales
que se aprenden a lo largo de la vida. Es sorprendente.'
Los expertos dicen que es mucho lo que depende del resultado de
Iwokrama. El propio concepto de desarrollo sostenible, la idea de
que el sistema de apoyo a la vida en la tierra puede sobrevivir al
mundo moderno, se verá corroborado o no en función del programa de
Iwokrama, afirma Gobin. 'El objetivo del IIC es ganarse su propio
sustento para sustituir la financiación de donantes por ingresos
obtenidos de su quehacer sostenible. Si fracasamos, la selva dejará
de ser zona protegida y habrá quien argumente que el desarrollo
sostenible es un mito. Si tenemos éxito, demostraremos que la
gestión sostenible de la selva funciona.'