Forum de Comercio Internacional - No.
1/2009
Para lograr el `rendimiento de la inversión´, hay que invertir
en algo que realmente rinda. Según datos de la OCDE, las mujeres
reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades,
en comparación con el 30% a 40% que invierten los hombres. Invertir
en las mujeres es invertir en las generaciones actuales y futuras.
De ahí que se necesite una respuesta elaborada minuciosamente ante
la crisis financiera mundial que amenaza con sumir a más de 22
millones de mujeres en el desempleo, según un reciente informe de
la Organización Internacional del Trabajo.
La inversión en `más ayuda´ o en `infraestructura ´ es una
respuesta inadecuada que no beneficia automáticamente a las
mujeres. Tal como explicara Mari Pangestu, Ministra de Comercio de
Indonesia, en una reunión del Foro Económico Mundial:
`Empíricamente, la experiencia indonesia muestra que en los últimos
meses, el número de puestos de trabajo perdidos es más alto para
las mujeres que para los hombres. Entonces, a la hora de diseñar
programas de estímulo, es necesario tenerlo en cuenta… Si las
decisiones son tomadas únicamente por hombres, lo más probable es
que se omitan asuntos relacionados con las mujeres que perdieron el
empleo.´
Estas palabras se hacen eco de lo que sucede en Camboya, donde
90.000 trabajadores de la confección, en su mayoría mujeres,
perdieron el empleo en un sector que representa al menos la mitad
de los ingresos por exportaciones. Es obvio que hacen falta
respuestas a la crisis que generen oportunidades de empleo para las
mujeres. Es improbable que el desarrollo de infraestructuras
-dominado por la construcción- cree oportunidades de empleo para
las trabajadoras de la confección desplazadas, salvo que se hagan
esfuerzos concretos.
En Estados Unidos, a las empresas que reciben dinero federal
para la construcción se les exige contratar al menos un 9% de
mujeres en plantilla, porcentaje mucho más alto al 2,7% actual del
sector. La contratación pública preferencial es una importante
palanca política para estimular el crecimiento de empresas de
mujeres en todos los sectores y, además, genera ganancias para las
empresas privadas. (En el número anterior de Forum, página 28, se dice que AT&T puede
relacionar US$ 26.000 millones de sus ingresos anuales con el
aprovisionamiento de productos y servicios en empresas propiedad de
mujeres y minorías.) Un enfoque con metas precisas da resultado:
materia de reflexión para el Banco Mundial que se propone asignar
US$ 45.000 millones a gastos de infraestructura en los tres
próximos años.
Está claro que es preciso ir más allá de la noción de respuestas
`neutrales en materia de género´. Debemos garantizar que las
mujeres tengan acceso a créditos y posibilidad de participar en
procesos decisorios, sobre todo, en las respuestas frente a la
crisis. Después de la Cumbre del G20 y las Reuniones de Primavera
del Banco Mundial y el FMI, la promesa de mantener abiertos los
canales financieros de microcrédito es alentadora. Ahora bien, la
declaración del G20 no está dirigida concretamente a las mujeres,
por lo cual, tenemos que asegurarnos que las organizaciones
internacionales no adopten un enfoque `neutral en materia de
género´ y que pongan sus procedimientos, políticas y compromisos
operativos al servicio de la igualdad de género y la emancipación
de las mujeres e inviertan en ellas. Tanto o más importante es un
compromiso similar de los bancos regionales de desarrollo, canales
de la Ayuda para el Comercio.
Cuando hay tanto en juego y fondos disponibles para buscar
soluciones, nos encontramos en una coyuntura histórica en la que
podemos elegir asignar recursos en favor de quienes demostraron dar
rendimiento a la inversión. Ha llegado la hora de dejar atrás
rescates financieros de carácter genérico y centrarnos
concretamente en potenciar la influencia económica de las
mujeres.
Véase el artículo de la página
33 sobre la perspectiva de la OIT en cuanto al impacto de la
crisis financiera en las mujeres.