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Comercio Internacional, Forum de Comercio Internacional - No.
2/2006
El comercio justo es uno de los pocos modelos de
desarrollo orientados a las comunidades rurales marginadas (por lo
general, indígenas), que casi nunca se benefician del crecimiento
económico y cuyas únicas opciones son la agricultura de
subsistencia o el éxodo rural.
El desempleo y la falta de tierras fértiles, agua, atención
sanitaria y escuelas son otros tantos escollos para salir de pobre.
Unos pocos afortunados encontraron ventajas concretas en el
comercio justo para llegar a los mercados de exportación. Pero este
modelo tiene límites.
Sólo una pequeña proporción de consumidores pudientes está
dispuesta a pagar sobreprecios para apoyar a los pequeños
productores que no pueden competir con las grandes explotaciones
mecanizadas.
La baja de precios, reclamada por el consumidor, resulta de la
agricultura a gran escala y los avances tecnológicos, no de los
ciclos de mercado.
El comercio justo no debería hacernos olvidar el cuadro
general.
Los plátanos y el café son productos básicos sin un real valor
añadido. Históricamente, la riqueza se genera agregando valor a los
productos (por ejemplo, la transformación de la leche en
mantequilla o del hierro en tornillos) que luego se comercializan.
Los pobres de las zonas rurales de África obtendrían muchos más
beneficios si pudieran colocar un mayor volumen de productos
elaborados en los mercados desarrollados.
El crecimiento sostenible de las zonas rurales exige invertir en
carreteras y electricidad, reducir los obstáculos arancelarios y
los subsidios a la exportación, crear estabilidad política y
económica, y elevar los niveles de educación.
Tales son las condiciones para hacer prosperar un sector
agrícola más amplio y reducir la pobreza en los países de
desarrollo incipiente.